La imposición del corralito en Chipre es todo un aviso. La
señal inequívoca de que para acelerar y profundizar el saqueo sobre las
poblaciones de los países del sur de Europa, Washington y Berlín están
dispuestos a cruzar todas las líneas rojas. Saltándose sus propias leyes, se
han lanzado directamente a robar a la gente su dinero y sus ahorros, dándole un
tratamiento inferior incluso al de una colonia.
A. Lozano
Nada de lo que está
sucediendo es coincidencia o consecuencia de una gestión equivocada, hay una
razón de fondo, el monopolio del poder por lo que necesitan la concentración de
capitales.
La crisis económica y la concentración de capitales
La crisis
económica ha sido, como tantas veces hemos repetido en nuestros post, producida
por un sector financiero insaciable en su camino hacia la desposesión de la
mayoría de la población. En este sentido, debemos poner de manifiesto, que en
Europa este modelo de acumulación se identifica con el capitalismo financiero e
industrial alemán que ha conquistado, vía economía, lo que no consiguió en las
dos guerras mundiales anteriores.
La consiguiente
destrucción de la soberanía en los diferentes estados de la UE, mediante los
mecanismos legales (y a los que por cierto, nos hemos adherido voluntariamente)
que regulan a esta, han llevado, algunas décadas después, al hundimiento y
abandono de la mayoría de las conquistas sociales que tanto esfuerzo costó
conseguir.
Se desmantelan
industrias, se rebajan costes laborales en aras de impedir deslocalizaciones de
empresas que generan puestos de trabajo… Mientras, los Gobiernos conceden
incentivos sin fin, para otras industrias que se sitúen en el país, a la vez que
cortapisaban los derechos laborales con más y más legislación retrógrada con la
excusa de más empleo y, siempre con el beneplácito sindical.
En su voraz
camino, el capitalismo, principalmente alemán, va progresivamente liquidando
los derechos de los ciudadanos: a la salud, la educación, al trabajo, a la
vivienda… e incluso, cuestionando nuestra propia existencia. Se legisla para
frenar la protesta social e incluso se utiliza la fuerza contra aquellos que se
atreven a levantar la voz. Esto, amigos, es una etapa del capitalismo en la que
se pretende la sumisión de los pueblos para completar el proceso de acumulación
y despojo a los que nos tienen sometidos.
¿Qué rol nos
reservan en esta pantomima nuestros amos alemanes y americanos? Estamos condenados
al desmantelamiento de la poca industria que queda, a la especulación, a
trabajos cada más precarios y a la vía del turismo como única salida. Que se
les olvide a los que creen que la recuperación de España vendrá vía
exportaciones, ¿qué vamos a exportar, viendo la limitación de nuestro status
industrial? Esta vía no es más que la excusa para rebajar salarios, para supuestamente, ser más
competitivos y…
El ‘milagro’ de la conversión de la deuda privada en pública
La
expropiación a las clases populares se produce por la vía de transformar la
deuda privada en deuda pública, ¿cómo? En el mismo momento en que el Estado
acude al rescate del sistema financiero para –teóricamente- salvarlo del
colapso en vez de haberlo dejado caer en la bancarrota. Con esta maniobra se
han transferido en torno a los 350.000 millones de de dinero público a las
arcas privadas. Esta es la primera parte de la transformación de la deuda
privada en pública.
A
la vez se crea el denominado banco malo (SAREB) para adquirir el stock de
viviendas de bancos y cajas a un precio inferior al valor contable, pero
superior al de mercado, lo que supone un coste elevadísimo para las arcas
públicas. El Banco, por lo tanto, tendrá pérdidas (tiene activos valorados por
encima del valor del mercado) trasladándolas directamente al Estado, de este
modo se completa el ciclo de la transformación de la deuda privada en pública.
Así,
se hace crecer la deuda y el déficit públicos. A la vez, para contenerlos se
reduce de manera brutal el gasto público social y se incrementan los ingresos
por vía de más imposición indirecta que inciden por los dos lados (gasto e
ingreso) sobre los que menos tienen. Todo esto conduce a la miseria a capas
enteras de la población y al despojo de los bienes de la inmensa mayoría de los
ciudadanos, dando lugar a un crecimiento desorbitado de la desigualdad social.
Las
consecuencias son bien conocidas: paro, exclusión social, etc., y la emigración
de jóvenes bien preparados académicamente que muestra la inviabilidad de este
sistema para proporcionar a los jóvenes un futuro digno. De este modo, la
inversión realizada en España en formación, será rentabilizada fuera de
nuestras fronteras, mediante este mecanismo de desposesión del imperialismo
capitalista.
La caída de la careta
del régimen surgido de la transición
Al
lado de la desastrosa situación económica de España, nos encontramos con una
pérdida de legitimidad, de descrédito, acompañada del desplome del conjunto de
las instituciones creadas durante la transición del franquismo: monarquía,
judicatura, partidos políticos y sindicatos, por no citar a la iglesia y sus
desvaríos-devaneos con el poder instituido. La deslegitimación del sistema se
ha producido como consecuencia de la corrupción que acompaña a todas y cada una
de las instituciones del régimen salido de la transición.
Sin
embargo, hemos de manifestar que la corrupción es inseparable de un sistema
social cuya esencia misma es la perversión. Para frenar el problema, no sólo es
vital denunciar a corruptos y corruptores, sino que es necesaria la aparición
de una fuerza que no sólo se proclame de izquierdas, sino que, más allá del
discurso esté realmente al margen de toda sospecha y que concentre en torno a
sí la fuerza social suficiente para cambiar la situación.
Esta
depravación del sistema nos ha llevado a que incluso gentes honestas dentro de
los partidos políticos y sindicatos, hayan mirado hacia otro lado en aras de no
perjudicar a su partido/sindicato en función de las diferentes coyunturas
posponiéndolo todo a Congresos (donde sólo acuden los prebostes), Asambleas,
próxima reunión de la ejecutiva, en las que por su propia dinámica, no es
posible la denuncia del dirigente corrupto o la corruptela de turno (se llega
con un orden del día cerrado y no se permiten las salidas de tono).
¿No hay motivos para
la revolución social?
Si
a pesar de la caída en las condiciones de vida de los ciudadanos, la falta de
trabajo o la precariedad del existente, la pobreza, la ausencia de un futuro
para los jóvenes, etc., no son suficientes condicionantes para la revolución,
¿qué más se necesita?
En
primer lugar un referente político-social-ético, que no existe. En segundo
lugar, los ciudadanos aún creen que es posible el retorno a las mieles del
pasado reciente, sin percibir que de aquellos polvos tenemos estos lodos, y aún
más, el miedo que atenaza a aquellos que creen que aún tienen algo que perder y
que es seguro, van a perder.
El
‘modelo de crecimiento’, tanto en Europa como en España, es el que ha dado
lugar a una situación en la que los pueblos nos hemos visto inmersos, sin poder
dar marcha atrás y, sobre todo, sin darnos cuenta a donde nos conducía ese
modelo. A esta mixtificación contribuye no sólo el PPSOE, sino los partidos
denominados de izquierdas, con su soniquete de: programa, programa… pero, sin cuestionar, al sistema capitalista
que es el verdadero culpable de la situación en la que nos encontramos.
El
papel, por tanto, de la izquierda sociológica es la de vencer primero la
‘ilusión’ que subsiste en las gentes, sobre el retorno a ese edén del consumo y
el crédito desbocados. Por otro lado, convencer a los miedosos de que, sin la
movilización lo que les queda les será también arrebatado. Y en tercer lugar,
la formación de un gran frente de izquierdas capaz de ilusionar y movilizar a la
población y con objetivos como la soberanía popular y la representación directa
en contraposición a la vocación institucional, parlamentaria y electoral de los
partidos tradicionales.
¿Por qué hay todavía
esta paz social?
La
relativa paz social en España, aún a pesar de cómo vienen dadas, podría
explicarse en base a varios conceptos:
·
Dispersión
social: el crecimiento económico y el relativo aumento del nivel de
vida del proletariado como consecuencia del boom de la construcción, han
propiciado que muchos trabajadores (con piso y coche de alta gama) y con alto
nivel de conciencia de clase hayan perdido su capacidad de ver cuál era su
sitio en la sociedad en la que estamos.
·
Dispersión
geográfica: Esta dispersión de los trabajadores que ha devenido a raíz
de la crisis de la construcción y el que los centros de trabajo de las grandes
empresas están cada vez más separados entre sí.
·
Creencia
de que hay otras alternativas: se piensa con
frecuencia, que no se han agotado todas las vías de solución a los problemas y
que es factible el que aparezca un líder que nos lleve al ‘paraíso’ sin tener que
esforzarnos por cambiar la situación. En este sentido, cualquier forma de
violencia, ni tan siquiera se plantea, como solución útil.
·
La deslegitimación de la violencia
como instrumento de cambio: para ello no hace falta que intervengan los poderes fácticos es
suficiente con el discurso pacifista de las organizaciones sociales.
Actualmente no hay ningún grupo político de izquierdas que reclame la violencia
como arma del cambio social.
·
La
individualización exacerbada: se ha producido un proceso de
individualización de la población, haciéndole creer que su problema es suyo y que
cada cual ha de buscar su propia salida.
·
Freno
a las reivindicaciones sociales: la actitud de represión
de la violencia antes de que aparezca o se la espere, con infiltrados en los
movimientos sociales, represión de los líderes, identificaciones aleatorias,
provocaciones y multas forman parte de las políticas de freno a las
reivindicaciones sociales. A veces, se hacen concesiones a los colectivos más
beligerantes para frenar sus luchas. Y por si no es suficiente con estas
medidas, se ha endurecido el Código Penal
por parte del ministro Gallardón.
·
Falta
el factor que precipite los acontecimientos: por ejemplo la
muerte violenta de algún niño o anciano como consecuencia de la represión del
Estado, etc., que podría desencadenar una violenta respuesta por parte de los
ciudadanos.
El conformismo social…
Para
Marcos Roitman, ‘el conformismo
social es la negación de la condición del ser humano como animal social y
político, dotado de conciencia’. Es la posición que sostienen los que se
autodenominan como apolíticos, los indiferentes a lo que su sucede a su
alrededor. Su máxima es: ‘así son las cosas que le vamos a hacer.’
El conformismo es
un comportamiento que limita conciencia y voluntad humanas que lleva a
contemplarse a uno mismo, como si fuese el ombligo del mundo. Se rompe con el
razonamiento social y lo que ello conlleva.
El conformismo
deriva en una sociedad de cobardes, de sumisión que evidentemente, no pondrá en
cuestión el sistema, ni aún siquiera la posición personal. Permanecer sordo a
la realidad, es sencillo, evita problemas y nos recubre de una pátina de
ecuanimidad burguesa que propicia una aceptación en el grupo pequeñoburgués.
Con la caída del
muro y la desaparición del socialismo realmente existente, los voceros del
capitalismo auguraron una nueva era de paz y bienestar para todos, en la que
los conflictos entre modelos antagónicos, ya no existirían: ¡era el fin de la
historia! Este hecho, lleva a un proceso de modificación de las conductas de
los individuos a través de la educación, la religión y los medios de
comunicación con el fin último de eliminar el juicio o la capacidad crítica hacia
el sistema capitalista.
… y su correlato político
Las limitaciones
de las democracias representativas se han puesto de manifiesto de manera clara,
en tanto que la mayoría de ellas se rigen por el recorte del tamaño del Estado
y por Gobiernos que anteponen oscuros intereses por encima de los de sus
pueblos. Lo cual da lugar a descontentos y carencias de legitimidad por parte
de las instituciones.
La democracia, sustanciada por un sistema de participación política
por medio de partidos en la que las cúpulas de los mismos controlan la
situación de manera absoluta, se convierte así en un sistema en la que la intervención
popular se limita al acto de acudir a los escrutinios cada cuatro años. Si a
eso se le añade la situación generada por las regulaciones económicas que nos
vienen de Europa, el ciudadano está prisionero de un sistema que se llama
democrático y en el que él, no es un sujeto activo del mismo.
De ahí, el ensimismarse en la seguridad de lo que creemos es nuestro
grupo de intereses: familia, amigos, club de fútbol, etc. El ciudadano ha recibido el mensaje que se ha
promovido por el poder: no hay nada que hacer, no se pueden cambiar las cosas
y, ante todo, que ellos lo harán mejor que tú.
Y, entonces el correlato político se produce: el absoluto desprecio a la
política, la solidaridad o cualquier asunto que se salga de los que considero
mi ámbito sagrado (familia y fútbol, generalmente). A aquellos que se atreven a
ir contra el sistema o invitan a participar en actos de solidaridad, se les
desprecia o aísla, se les descalifica como personas molestas e insufribles
incapaces de vivir la vida que el sistema fomenta como idílica, se les
cuestiona su proceder aún cuando vaya en beneficio de la mayoría (véase lo que
está sucediendo con los escraches y quienes los promueven). Este es un efecto
bien conocido en sociología que se da en las épocas de transición entre dos
períodos históricos.
Lo viejo no ha
dejado de morir y lo nuevo no ha nacido plenamente…
Carlos Marx
La actitud conformista es la actitud de quienes prefieren esperar a
ser protagonistas de la historia. Esa fue la actitud del PSOE en la época de
Franco, espero y espero…, hasta que murió el general y empezó a recibir
subvenciones de Alemania y EE UU y.... Es un comportamiento que no refleja sino
la cobardía y la incapacidad que como individuos nos debemos a nosotros y al
resto de ciudadanos. Esta actitud destruye los lazos de solidaridad y abre en
canal el tejido social.
¿Hay esperanzas
todavía?
¡Sí!, en tanto seamos capaces de entender que somos sujetos de
derechos, no sólo clientes o consumidores como nos considera el sistema. Los
ciudadanos debemos polemizar, organizarnos en el terreno colectivo,
solidarizarnos con quienes sufren los embates del capitalismo, enfrentarnos a
un sistema político que niega la participación directa y luchar contra la
explotación económica. Este es el único camino.
La actitud descrita crearía una muralla que frenaría la explotación de
los grupos dominantes de la sociedad, en tanto que ya no gobernarían a zombies
sin actitud crítica, ahora se enfrentarían a ciudadanos plenamente conscientes
de lo que está sucediendo a su alrededor.
Implicarse en luchas como las de la PAH, las de la educación, sanidad,
por el empleo, etc., fomentan y ayudan al individuo a tomar conciencia de sí y
de su derredor, cómo y quién ataca sus intereses y lo que es más importante, el
modo de defender sus derechos.
Es necesario romper con el modelo de participación política que nos
limita y constriñe: votar cada cuatro años a partidos políticos que acuden a las
elecciones en listas cerradas; herramientas como el plebiscito, el referéndum,
la consulta popular, han de ser los pilares básicos en torno a los que cimentar
el nuevo edificio democrático.
Es por ello, necesaria, hoy más que nunca, la unidad de la izquierda
(prescindiendo del PSOE que no es y la parte pactista de IU) en torno a un
programa de mínimos en el que se asegure al menos, la participación de las
masas populares en todas las decisiones políticas y con el firme compromiso de asegurar
la justicia social para lo cual se dotará de los instrumentos económicos
necesarios para garantizarla (nacionalización de la banca y de sectores
estratégicos). Para poder llevar a cabo estas medidas es prioritaria la salida
del euro y la eurozona e independiente de ello, la negativa a pagar la deuda
odiosa.
Para finalizar, recordar a quiénes creen que la actual crisis no es ni
financiera ni de gestión, decirles que es sistémica y de civilización
(estructural). A aquellos que pretenden hacernos creer que es posible construir
una Europa de los pueblos desde dentro del sistema. Tendremos que decirles que
no hay capitalismo sin crisis, crisis cíclicas que devengan recortes en los
derechos de los pueblos. No valen las soluciones a ‘corto plazo’ que proponen,
no se puede controlar el sistema con más regulaciones y más control
legislativo, ¿cuánto tardaría el capitalismo en desmontar el nuevo ‘tenderete’
legal? ¿cuánto tardaría en fomentar nuevas burbujas y sus acompañantes las
crisis? ¿quiénes las pagarían? Sería un grave error no haber aprendido de la
historia reciente, y seguir con las consignas justificadoras del capital que
hace la socialdemocracia, las soluciones pasan, en definitiva, por desmantelar
hasta el último clavo del edificio capitalista.
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