miércoles, 3 de abril de 2013

¿Es posible la revolución social?


Lorenzo Rivilla (lorenzo.rivilla@gmail.com)

La imposición del corralito en Chipre es todo un aviso. La señal inequívoca de que para acelerar y profundizar el saqueo sobre las poblaciones de los países del sur de Europa, Washington y Berlín están dispuestos a cruzar todas las líneas rojas. Saltándose sus propias leyes, se han lanzado directamente a robar a la gente su dinero y sus ahorros, dándole un tratamiento inferior incluso al de una colonia.

A. Lozano

Nada de lo que está sucediendo es coincidencia o consecuencia de una gestión equivocada, hay una razón de fondo, el monopolio del poder por lo que necesitan la concentración de capitales.

La crisis económica y la concentración de capitales

La crisis económica ha sido, como tantas veces hemos repetido en nuestros post, producida por un sector financiero insaciable en su camino hacia la desposesión de la mayoría de la población. En este sentido, debemos poner de manifiesto, que en Europa este modelo de acumulación se identifica con el capitalismo financiero e industrial alemán que ha conquistado, vía economía, lo que no consiguió en las dos guerras mundiales anteriores.

La consiguiente destrucción de la soberanía en los diferentes estados de la UE, mediante los mecanismos legales (y a los que por cierto, nos hemos adherido voluntariamente) que regulan a esta, han llevado, algunas décadas después, al hundimiento y abandono de la mayoría de las conquistas sociales que tanto esfuerzo costó conseguir.

Se desmantelan industrias, se rebajan costes laborales en aras de impedir deslocalizaciones de empresas que generan puestos de trabajo… Mientras, los Gobiernos conceden incentivos sin fin, para otras industrias que se sitúen en el país, a la vez que cortapisaban los derechos laborales con más y más legislación retrógrada con la excusa de más empleo y, siempre con el beneplácito sindical.

En su voraz camino, el capitalismo, principalmente alemán, va progresivamente liquidando los derechos de los ciudadanos: a la salud, la educación, al trabajo, a la vivienda… e incluso, cuestionando nuestra propia existencia. Se legisla para frenar la protesta social e incluso se utiliza la fuerza contra aquellos que se atreven a levantar la voz. Esto, amigos, es una etapa del capitalismo en la que se pretende la sumisión de los pueblos para completar el proceso de acumulación y despojo a los que nos tienen sometidos.

¿Qué rol nos reservan en esta pantomima nuestros amos alemanes y americanos? Estamos condenados al desmantelamiento de la poca industria que queda, a la especulación, a trabajos cada más precarios y a la vía del turismo como única salida. Que se les olvide a los que creen que la recuperación de España vendrá vía exportaciones, ¿qué vamos a exportar, viendo la limitación de nuestro status industrial? Esta vía no es más que la excusa para rebajar  salarios, para supuestamente, ser más competitivos y…



El ‘milagro’ de la conversión de la deuda privada en pública

La expropiación a las clases populares se produce por la vía de transformar la deuda privada en deuda pública, ¿cómo? En el mismo momento en que el Estado acude al rescate del sistema financiero para –teóricamente- salvarlo del colapso en vez de haberlo dejado caer en la bancarrota. Con esta maniobra se han transferido en torno a los 350.000 millones de de dinero público a las arcas privadas. Esta es la primera parte de la transformación de la deuda privada en pública.

A la vez se crea el denominado banco malo (SAREB) para adquirir el stock de viviendas de bancos y cajas a un precio inferior al valor contable, pero superior al de mercado, lo que supone un coste elevadísimo para las arcas públicas. El Banco, por lo tanto, tendrá pérdidas (tiene activos valorados por encima del valor del mercado) trasladándolas directamente al Estado, de este modo se completa el ciclo de la transformación de la deuda privada en pública.

Así, se hace crecer la deuda y el déficit públicos. A la vez, para contenerlos se reduce de manera brutal el gasto público social y se incrementan los ingresos por vía de más imposición indirecta que inciden por los dos lados (gasto e ingreso) sobre los que menos tienen. Todo esto conduce a la miseria a capas enteras de la población y al despojo de los bienes de la inmensa mayoría de los ciudadanos, dando lugar a un crecimiento desorbitado de la desigualdad social.

Las consecuencias son bien conocidas: paro, exclusión social, etc., y la emigración de jóvenes bien preparados académicamente que muestra la inviabilidad de este sistema para proporcionar a los jóvenes un futuro digno. De este modo, la inversión realizada en España en formación, será rentabilizada fuera de nuestras fronteras, mediante este mecanismo de desposesión del imperialismo capitalista.

La caída de la careta del régimen surgido de la transición

Al lado de la desastrosa situación económica de España, nos encontramos con una pérdida de legitimidad, de descrédito, acompañada del desplome del conjunto de las instituciones creadas durante la transición del franquismo: monarquía, judicatura, partidos políticos y sindicatos, por no citar a la iglesia y sus desvaríos-devaneos con el poder instituido. La deslegitimación del sistema se ha producido como consecuencia de la corrupción que acompaña a todas y cada una de las instituciones del régimen salido de la transición.

Sin embargo, hemos de manifestar que la corrupción es inseparable de un sistema social cuya esencia misma es la perversión. Para frenar el problema, no sólo es vital denunciar a corruptos y corruptores, sino que es necesaria la aparición de una fuerza que no sólo se proclame de izquierdas, sino que, más allá del discurso esté realmente al margen de toda sospecha y que concentre en torno a sí la fuerza social suficiente para cambiar la situación.

Esta depravación del sistema nos ha llevado a que incluso gentes honestas dentro de los partidos políticos y sindicatos, hayan mirado hacia otro lado en aras de no perjudicar a su partido/sindicato en función de las diferentes coyunturas posponiéndolo todo a Congresos (donde sólo acuden los prebostes), Asambleas, próxima reunión de la ejecutiva, en las que por su propia dinámica, no es posible la denuncia del dirigente corrupto o la corruptela de turno (se llega con un orden del día cerrado y no se permiten las salidas de tono).

¿No hay motivos para la revolución social?

Si a pesar de la caída en las condiciones de vida de los ciudadanos, la falta de trabajo o la precariedad del existente, la pobreza, la ausencia de un futuro para los jóvenes, etc., no son suficientes condicionantes para la revolución, ¿qué más se necesita?

En primer lugar un referente político-social-ético, que no existe. En segundo lugar, los ciudadanos aún creen que es posible el retorno a las mieles del pasado reciente, sin percibir que de aquellos polvos tenemos estos lodos, y aún más, el miedo que atenaza a aquellos que creen que aún tienen algo que perder y que es seguro, van a perder.

El ‘modelo de crecimiento’, tanto en Europa como en España, es el que ha dado lugar a una situación en la que los pueblos nos hemos visto inmersos, sin poder dar marcha atrás y, sobre todo, sin darnos cuenta a donde nos conducía ese modelo. A esta mixtificación contribuye no sólo el PPSOE, sino los partidos denominados de izquierdas, con su soniquete de: programa, programa… pero, sin cuestionar, al sistema capitalista que es el verdadero culpable de la situación en la que nos encontramos.

El papel, por tanto, de la izquierda sociológica es la de vencer primero la ‘ilusión’ que subsiste en las gentes, sobre el retorno a ese edén del consumo y el crédito desbocados. Por otro lado, convencer a los miedosos de que, sin la movilización lo que les queda les será también arrebatado. Y en tercer lugar, la formación de un gran frente de izquierdas capaz de ilusionar y movilizar a la población y con objetivos como la soberanía popular y la representación directa en contraposición a la vocación institucional, parlamentaria y electoral de los partidos tradicionales.

¿Por qué hay todavía esta paz social?

La relativa paz social en España, aún a pesar de cómo vienen dadas, podría explicarse en base a varios conceptos:

·         Dispersión social: el crecimiento económico y el relativo aumento del nivel de vida del proletariado como consecuencia del boom de la construcción, han propiciado que muchos trabajadores (con piso y coche de alta gama) y con alto nivel de conciencia de clase hayan perdido su capacidad de ver cuál era su sitio en la sociedad en la que estamos.

·         Dispersión geográfica: Esta dispersión de los trabajadores que ha devenido a raíz de la crisis de la construcción y el que los centros de trabajo de las grandes empresas están cada vez más separados entre sí.

·         Creencia de que hay otras alternativas: se piensa con frecuencia, que no se han agotado todas las vías de solución a los problemas y que es factible el que aparezca un líder que nos lleve al ‘paraíso’ sin tener que esforzarnos por cambiar la situación. En este sentido, cualquier forma de violencia, ni tan siquiera se plantea, como solución útil.

·         La deslegitimación de la violencia como instrumento de cambio: para ello no hace falta que intervengan los poderes fácticos es suficiente con el discurso pacifista de las organizaciones sociales. Actualmente no hay ningún grupo político de izquierdas que reclame la violencia como arma del cambio social.

·         La individualización exacerbada: se ha producido un proceso de individualización de la población, haciéndole creer que su problema es suyo y que cada cual ha de buscar su propia salida.

·         Freno a las reivindicaciones sociales: la actitud de represión de la violencia antes de que aparezca o se la espere, con infiltrados en los movimientos sociales, represión de los líderes, identificaciones aleatorias, provocaciones y multas forman parte de las políticas de freno a las reivindicaciones sociales. A veces, se hacen concesiones a los colectivos más beligerantes para frenar sus luchas. Y por si no es suficiente con estas medidas, se ha endurecido el Código Penal  por parte del ministro Gallardón.

·         Falta el factor que precipite los acontecimientos: por ejemplo la muerte violenta de algún niño o anciano como consecuencia de la represión del Estado, etc., que podría desencadenar una violenta respuesta por parte de los ciudadanos.

El conformismo social…

Para Marcos Roitman, ‘el conformismo social es la negación de la condición del ser humano como animal social y político, dotado de conciencia’. Es la posición que sostienen los que se autodenominan como apolíticos, los indiferentes a lo que su sucede a su alrededor. Su máxima es: ‘así son las cosas que le vamos a hacer.’

El conformismo es un comportamiento que limita conciencia y voluntad humanas que lleva a contemplarse a uno mismo, como si fuese el ombligo del mundo. Se rompe con el razonamiento social y lo que ello conlleva.

El conformismo deriva en una sociedad de cobardes, de sumisión que evidentemente, no pondrá en cuestión el sistema, ni aún siquiera la posición personal. Permanecer sordo a la realidad, es sencillo, evita problemas y nos recubre de una pátina de ecuanimidad burguesa que propicia una aceptación en el grupo pequeñoburgués.

Con la caída del muro y la desaparición del socialismo realmente existente, los voceros del capitalismo auguraron una nueva era de paz y bienestar para todos, en la que los conflictos entre modelos antagónicos, ya no existirían: ¡era el fin de la historia! Este hecho, lleva a un proceso de modificación de las conductas de los individuos a través de la educación, la religión y los medios de comunicación con el fin último de eliminar el juicio o la capacidad crítica hacia el sistema capitalista.

… y su correlato político

Las limitaciones de las democracias representativas se han puesto de manifiesto de manera clara, en tanto que la mayoría de ellas se rigen por el recorte del tamaño del Estado y por Gobiernos que anteponen oscuros intereses por encima de los de sus pueblos. Lo cual da lugar a descontentos y carencias de legitimidad por parte de las instituciones.

La democracia, sustanciada por un sistema de participación política por medio de partidos en la que las cúpulas de los mismos controlan la situación de manera absoluta, se convierte así en un sistema en la que la intervención popular se limita al acto de acudir a los escrutinios cada cuatro años. Si a eso se le añade la situación generada por las regulaciones económicas que nos vienen de Europa, el ciudadano está prisionero de un sistema que se llama democrático y en el que él, no es un sujeto activo del mismo.

De ahí, el ensimismarse en la seguridad de lo que creemos es nuestro grupo de intereses: familia, amigos, club de fútbol, etc.  El ciudadano ha recibido el mensaje que se ha promovido por el poder: no hay nada que hacer, no se pueden cambiar las cosas y, ante todo, que ellos lo harán mejor que tú.

Y, entonces el correlato político se produce: el absoluto desprecio a la política, la solidaridad o cualquier asunto que se salga de los que considero mi ámbito sagrado (familia y fútbol, generalmente). A aquellos que se atreven a ir contra el sistema o invitan a participar en actos de solidaridad, se les desprecia o aísla, se les descalifica como personas molestas e insufribles incapaces de vivir la vida que el sistema fomenta como idílica, se les cuestiona su proceder aún cuando vaya en beneficio de la mayoría (véase lo que está sucediendo con los escraches y quienes los promueven). Este es un efecto bien conocido en sociología que se da en las épocas de transición entre dos períodos históricos.

Lo viejo no ha dejado de morir y lo nuevo no ha nacido plenamente…

Carlos Marx

La actitud conformista es la actitud de quienes prefieren esperar a ser protagonistas de la historia. Esa fue la actitud del PSOE en la época de Franco, espero y espero…, hasta que murió el general y empezó a recibir subvenciones de Alemania y EE UU y.... Es un comportamiento que no refleja sino la cobardía y la incapacidad que como individuos nos debemos a nosotros y al resto de ciudadanos. Esta actitud destruye los lazos de solidaridad y abre en canal el tejido social.

¿Hay esperanzas todavía?

¡Sí!, en tanto seamos capaces de entender que somos sujetos de derechos, no sólo clientes o consumidores como nos considera el sistema. Los ciudadanos debemos polemizar, organizarnos en el terreno colectivo, solidarizarnos con quienes sufren los embates del capitalismo, enfrentarnos a un sistema político que niega la participación directa y luchar contra la explotación económica. Este es el único camino.

La actitud descrita crearía una muralla que frenaría la explotación de los grupos dominantes de la sociedad, en tanto que ya no gobernarían a zombies sin actitud crítica, ahora se enfrentarían a ciudadanos plenamente conscientes de lo que está sucediendo a su alrededor.

Implicarse en luchas como las de la PAH, las de la educación, sanidad, por el empleo, etc., fomentan y ayudan al individuo a tomar conciencia de sí y de su derredor, cómo y quién ataca sus intereses y lo que es más importante, el modo de defender sus derechos.

Es necesario romper con el modelo de participación política que nos limita y constriñe: votar cada cuatro años a partidos políticos que acuden a las elecciones en listas cerradas; herramientas como el plebiscito, el referéndum, la consulta popular, han de ser los pilares básicos en torno a los que cimentar el nuevo edificio democrático.

Es por ello, necesaria, hoy más que nunca, la unidad de la izquierda (prescindiendo del PSOE que no es y la parte pactista de IU) en torno a un programa de mínimos en el que se asegure al menos, la participación de las masas populares en todas las decisiones políticas y con el firme compromiso de asegurar la justicia social para lo cual se dotará de los instrumentos económicos necesarios para garantizarla (nacionalización de la banca y de sectores estratégicos). Para poder llevar a cabo estas medidas es prioritaria la salida del euro y la eurozona e independiente de ello, la negativa a pagar la deuda odiosa.

Para finalizar, recordar a quiénes creen que la actual crisis no es ni financiera ni de gestión, decirles que es sistémica y de civilización (estructural). A aquellos que pretenden hacernos creer que es posible construir una Europa de los pueblos desde dentro del sistema. Tendremos que decirles que no hay capitalismo sin crisis, crisis cíclicas que devengan recortes en los derechos de los pueblos. No valen las soluciones a ‘corto plazo’ que proponen, no se puede controlar el sistema con más regulaciones y más control legislativo, ¿cuánto tardaría el capitalismo en desmontar el nuevo ‘tenderete’ legal? ¿cuánto tardaría en fomentar nuevas burbujas y sus acompañantes las crisis? ¿quiénes las pagarían? Sería un grave error no haber aprendido de la historia reciente, y seguir con las consignas justificadoras del capital que hace la socialdemocracia, las soluciones pasan, en definitiva, por desmantelar hasta el último clavo del edificio capitalista.

 

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