Lorenzo Rivilla (lorenzo.rivilla@gmail.com )
La crisis
económica ha sacado a la calle el malestar contenido durante todos estos años
de miles de ciudadanos ¿gracias a la
crisis?
¿Se ha perdido el miedo individual
y/o colectivo? Ya
hay millones de ciudadanos en España, en Europa, en fin, en el mundo, que nada
tienen/tenemos que perder.
Finiquitado
el trabajo, ejecutada la hipoteca, etc. ¿Qué
nos queda?
Los años
de esplendor (para algunos) de la economía parecían darnos a entender que
cualquiera de nuestros deseos estaba a nuestro alcance: la rubia, el macizo, el
coche de alta gama, el adosado, el perfume de las estrellas, los viajes, etc.
Pero, la crisis se encargó de ponernos
en nuestro sitio: no hay empleo, limitación/liquidación del crédito, adiós
compras a plazos, ya no hay hipotecas ni siquiera para el que trabaja,…
La crisis
profundizó mucho más en el sistema y puso al descubierto la catadura moral del
sistema financiero, la podredumbre de la estructura política que sustentaba el
tinglado: enchufes, favores para el empresario amigo,… y en fin, injusticia
para ti ciudadano que vas a pagar la crisis que dicen tiene el sistema: ¡tú
eres el culpable! El que se ha limitado a trabajar, a cumplir con tus
obligaciones, a votar, a ver la televisión adormidera. ¿Pero que he hecho mal?
te preguntas, pues eso, lo que has hecho, les
has dado a los políticos tu soberanía para que te representen y, estas son
las consecuencias.
Nos hemos
esforzado para conseguir que nuestros hijos estén capacitados para enfrentarse
a la competencia tan brutal que el capitalismo ha instalado y con que nos
encontramos: ministros sin formación de ningún tipo, inanes ocupando altos
cargos en la administración, individuos sin conocimiento de idiomas, personajes
que no han trabajado nunca, es decir, ¡sí!, son los políticos. Si a todo ello
le añadimos el papel de los medios de comunicación y sus mensajes del triunfo
fácil y sin esfuerzo, conduce inexorablemente a la frustración de tantos y tantos jóvenes que ven que no es ni la
competencia, ni el talento, ni el esfuerzo, los valores que demanda el sistema,
el “premio” se concede a aquél que posea el carnet adecuado, al que además se
le exige un AMÉN continuado. También es candidato a la prebenda: el amigo, el
hijo de, el querido/a.
¡Sí!
Estos son los verdaderos motivos que nos han llevado a manifestar que estamos hartos, indignados y que
despreciamos al sistema que nos ha “regalado” esta situación.
Mientras
tanto, los políticos y sus adláteres no entienden nada de lo que está pasando.
Lo que se reclama no es que la cosa pública funcione mejor –que también-, sino un cambio del modelo social. Pero, esto
es complicado, porque transformar el sentimiento de las acampadas (entre
caótico e ingenuo) en una propuesta ideológica diferente no es fácil. Los
sentimientos conducen a una infinita variedad de insatisfacciones y miles de
propuestas, tantas como personas están en las acampadas y otras tantas en las
redes sociales. Muchas de las reivindicaciones que hacemos desde las Asambleas son manifiestamente incompatibles entre sí
(ahora no es el momento de enfrentarlas)
Todo ello
da lugar a una enorme dificultad para
construir un modelo que sea una alternativa real al tipo de sociedad existente
en los países occidentales o bien, nos limitamos a intentar conseguir
pequeñas cosas que mejoren lo que actualmente tenemos, es decir: “que todo
cambie para que todo siga igual” –como diría el clásico-. El devenir de lo
propuesto en la mayoría de las Asambleas inclina la balanza por esta segunda
postura.
Un cambio del sistema, sin cambiar
el sistema. Las
propias formas de acción y expresión de estos días corroboran el aserto
anterior. Todo el conjunto de reclamaciones denota un ansia por mayores cotas
de: ética, justicia y sentido común en la gestión pública. Es decir, en
definitiva, reformar el sistema
(porque se cree en ello) no sustituirlo por otras formas de organización
política diferente (véase la contradicción que significa el uso de la
democracia horizontal para la elaboración de las alternativas del movimiento y
a la vez, ni siquiera se cuestione el sistema de democracia representativa).
En todo
caso, creo que ha llegado el momento en que nos planteemos la pregunta clave:
¿Deberemos seguir peleando por mejorar la democracia liberal en la que estamos
inmersos? ¿Es compatible esta, con la democracia real a la que aspiramos? Me reservo las respuestas a estas
preguntas, pero en todo caso un adelanto: ¿democracia
real y propiedad privada de los medios de producción son compatibles?
Otro
problema al que habrá de enfrentarse el movimiento del 15M es el frenar las
ansias que manifiestan en los últimos días algunos
dirigentes políticos por manipular y usar estas reivindicaciones populares en
beneficio de sus organizaciones -fundamentalmente los que se autodenominan
de izquierdas- el devenir nos mostrará como este problema se agudiza en tanto
se acerque el momento de las próximas elecciones generales. Este movimiento ha
de demostrar con sus actos que sólo
pertenece a la sociedad civil.
No tengo
ni idea de cuánto durará este movimiento, ni si caerá en manos de algún partido
político, o si será capaz de elaborar una alternativa real al modelo de
sociedad actual o simplemente desaparecerá. Pero, en todo caso, esta aventura
ha demostrado el ansia de libertad y
democracia real que hay en la sociedad y los intentos que este u otro
movimiento del futuro intentarán conseguir.
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