jueves, 8 de septiembre de 2011

Algunas consideraciones previas




Lorenzo Rivilla (lorenzo.rivilla@gmail.com)


La crisis económica ha sacado a la calle el malestar contenido durante todos estos años de miles de ciudadanos ¿gracias a la crisis?


¿Se ha perdido el miedo individual y/o colectivo? Ya hay millones de ciudadanos en España, en Europa, en fin, en el mundo, que nada tienen/tenemos que perder.


Finiquitado el trabajo, ejecutada la hipoteca, etc. ¿Qué nos queda?


Los años de esplendor (para algunos) de la economía parecían darnos a entender que cualquiera de nuestros deseos estaba a nuestro alcance: la rubia, el macizo, el coche de alta gama, el adosado, el perfume de las estrellas, los viajes, etc. Pero, la crisis se encargó de ponernos en nuestro sitio: no hay empleo, limitación/liquidación del crédito, adiós compras a plazos, ya no hay hipotecas ni siquiera para el que trabaja,…

La crisis profundizó mucho más en el sistema y puso al descubierto la catadura moral del sistema financiero, la podredumbre de la estructura política que sustentaba el tinglado: enchufes, favores para el empresario amigo,… y en fin, injusticia para ti ciudadano que vas a pagar la crisis que dicen tiene el sistema: ¡tú eres el culpable! El que se ha limitado a trabajar, a cumplir con tus obligaciones, a votar, a ver la televisión adormidera. ¿Pero que he hecho mal? te preguntas, pues eso, lo que has hecho, les has dado a los políticos tu soberanía para que te representen y, estas son las consecuencias.


Nos hemos esforzado para conseguir que nuestros hijos estén capacitados para enfrentarse a la competencia tan brutal que el capitalismo ha instalado y con que nos encontramos: ministros sin formación de ningún tipo, inanes ocupando altos cargos en la administración, individuos sin conocimiento de idiomas, personajes que no han trabajado nunca, es decir, ¡sí!, son los políticos. Si a todo ello le añadimos el papel de los medios de comunicación y sus mensajes del triunfo fácil y sin esfuerzo, conduce inexorablemente a la frustración de tantos y tantos jóvenes que ven que no es ni la competencia, ni el talento, ni el esfuerzo, los valores que demanda el sistema, el “premio” se concede a aquél que posea el carnet adecuado, al que además se le exige un AMÉN continuado. También es candidato a la prebenda: el amigo, el hijo de, el querido/a.

¡Sí! Estos son los verdaderos motivos que nos han llevado a manifestar que estamos hartos, indignados y que despreciamos al sistema que nos ha “regalado” esta situación.

Mientras tanto, los políticos y sus adláteres no entienden nada de lo que está pasando. Lo que se reclama no es que la cosa pública funcione mejor –que también-, sino un cambio del modelo social. Pero, esto es complicado, porque transformar el sentimiento de las acampadas (entre caótico e ingenuo) en una propuesta ideológica diferente no es fácil. Los sentimientos conducen a una infinita variedad de insatisfacciones y miles de propuestas, tantas como personas están en las acampadas y otras tantas en las redes sociales. Muchas de las reivindicaciones que hacemos desde las Asambleas son manifiestamente incompatibles entre sí (ahora no es el momento de enfrentarlas)

Todo ello da lugar a una enorme dificultad para construir un modelo que sea una alternativa real al tipo de sociedad existente en los países occidentales o bien, nos limitamos a intentar conseguir pequeñas cosas que mejoren lo que actualmente tenemos, es decir: “que todo cambie para que todo siga igual” –como diría el clásico-. El devenir de lo propuesto en la mayoría de las Asambleas inclina la balanza por esta segunda postura.

Un cambio del sistema, sin cambiar el sistema. Las propias formas de acción y expresión de estos días corroboran el aserto anterior. Todo el conjunto de reclamaciones denota un ansia por mayores cotas de: ética, justicia y sentido común en la gestión pública. Es decir, en definitiva, reformar el sistema (porque se cree en ello) no sustituirlo por otras formas de organización política diferente (véase la contradicción que significa el uso de la democracia horizontal para la elaboración de las alternativas del movimiento y a la vez, ni siquiera se cuestione el sistema de democracia representativa).

En todo caso, creo que ha llegado el momento en que nos planteemos la pregunta clave: ¿Deberemos seguir peleando por mejorar la democracia liberal en la que estamos inmersos? ¿Es compatible esta, con la democracia real a la que aspiramos? Me reservo las respuestas a estas preguntas, pero en todo caso un adelanto: ¿democracia real y propiedad privada de los medios de producción son compatibles?

Otro problema al que habrá de enfrentarse el movimiento del 15M es el frenar las ansias que manifiestan en los últimos días algunos dirigentes políticos por manipular y usar estas reivindicaciones populares en beneficio de sus organizaciones -fundamentalmente los que se autodenominan de izquierdas- el devenir nos mostrará como este problema se agudiza en tanto se acerque el momento de las próximas elecciones generales. Este movimiento ha de demostrar con sus actos que sólo pertenece a la sociedad civil.

No tengo ni idea de cuánto durará este movimiento, ni si caerá en manos de algún partido político, o si será capaz de elaborar una alternativa real al modelo de sociedad actual o simplemente desaparecerá. Pero, en todo caso, esta aventura ha demostrado el ansia de libertad y democracia real que hay en la sociedad y los intentos que este u otro movimiento del futuro intentarán conseguir.


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